De los sueños y otros demonios...




Hace mucho tiempo que no escribo aquí. Y no es precisamente porque no exista un día en el que no haga una reflexión profunda o no  me pierda en abstracciones que luego si  no escribo se pierden en el limbo ése que existe y es tuyo y de nadie más y muy pocos conocen. El caso es que atravieso por los páramos desiertos de no creer mucho en los sueños. Es por eso que no escribo. No quiero dejar constancia del camino aletargado de los sueños que se van disipando. Hace una semana visité los paisajes que de adolescente me hacían mirar al cielo y me bañaban con la idea del sutil vuelo del cielo y allí,detrás de él, estaba el universo con el que yo soñaba: salirme de aquel paisaje que empezaba a cansarme (el cielo era tan bello que sólo con la idea de soñar en volar entraba ya mi alma en un estado reparador y catártico). Y la otra tarde allí estaba yo contemplando aquel cielo que tanto mis ojos habían sobrevolado en mis pueriles años. Ahora eran mis hijos los que ignoraban el cielo y corrían de un lado a otro jugando, gritando, peleando, viviendo los segundos en estado puro. Y pisaban la tierra sin otra necesidad que mirar más allá que el juego del momento, el enfado del momento, el grito del momento o el beso del momento. Nadie como los niños sabe vivir la vida cada instante y extraerle su jugo sutilmente. Porque cada momento que los niños viven se limita a la vida en estado puro y es todo más auténtico. Los niños peleaban y yo miraba al cielo.Yo siempre miro al cielo. Lo hago cada día. Lo hago varias veces y luego miro al suelo cuando nunca hay respuesta. Es como si no quisiera cansarlo demasiado, aturdirlo en exceso, con mis interrogaciones y exterminar así lo bello de lo inmenso. Sobre todo porque mis ojos parece que han dejado de soñar y, eso, creo que para algo tan perfecto como el cielo, que se empeña en dibujar horizontes mágicos e irrepetibles cada día es cruel y casi injusto. ¿Por qué quién soy yo para dejar de creer en los sueños? Y sin embargo existen los demonios que aniquilan los sueños. Tienen nombre. Lo demonios tienen el nombre de derrota, de estafa, de duda, de nostalgia, de arrepentimiento, de vacío, de injusticia, de absurdo, de soledad, de hastío...son potentes aniquiladores del sueño y la esperanza. Y luego está la fuerza, la resistencia firme que te mantiene al filo y que pelea, ya débil; necesita vitaminas, vitaminas de otra tierra, de un cambio de paisaje que te recuerde a veces que existen otras tierras donde abonar los sueños y regar las semillas. Pero existe el subsuelo del cruel desengaño, la tierra estéril de que todo termina y  no entiendes muy bien las leyes de la vida en la delgada línea de la fragilidad que es el soplo que somos. Creo, que si hubiera salido más diestra en las disciplinas de los fundamentos científicos, posiblemente, sería más feliz y sufriría menos. En cambio, los astros, los planetas y el Universo entero, en el momento de ver la luz acordarían entonces que sería más diestra en las Letras y sus pormenores, con todo lo que ello conlleva: visitar el subsuelo, el inframundo, volar en globo por coger el sol, bañarme en flores y perder la apuesta y nadar casi ahogándome en esta sensibilidad que es la mía donde los tramos de parajes desiertos se hacen interminables y son de muy poca ayuda. Entonces me consuelo pensando en los g randes:Juan Ramón -el loco, lo llamaban-, obsesionado por encontrar la verdad, la búsqueda incesante para intentar hallar la verdad a través del conocimiento; Cernuda dividido y frustrado entre "la realidad y el deseo", amar sin ser amado, amar y no poder amar, sentir deseo y no poder dormirlo; en Lorca aliado siempre con los marginados y que tanto disimulaba con su buen hacer en el cante, en el piano o en cualquier reunión donde se convertía en el centro, y sin embargo disimulaba siempre un mundo que no entendía; en Machado,  luchando siempre por entender la monotonía de la vida y su crepúsculo y la nostalgia de aquel amor vivido...Y como ellos miles de almas hipersensibles que sufren los seísmos que esto implica. Quizás yo tenga un poco de todos los poetas que nunca me dejaron; quizás por eso, aunque no sueñe, me sienta más comprendida, he crecido con ellos. No sé si cuando muera guardaré en el bolsillo, como hizo Machado, unos versos de algún poema último añorando mi infancia y aquel cielo de antiguo, como los de D. Antonio "Estos días azules y este sol de la infancia". Y mientras ensayaré el intento de seguir soñando algo.

PD: La primera foto está hecha en Hornachuelos (mientras miraba el cielo); la segunda en Córdoba, meses atrás, también mirando al cielo y me encontré un gato soñando en el tejado...

Manuel Carrasco - No Dejes De Soñar


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