Carta a los Reyes Magos

Todavía recuerdo como esta noche del día 5 de enero me acurrucaba debajo de la manta y el corazón se entornaba hacia la magia y hacia la posibilidad de la felicidad en la que yo creía en mis ojos de niña. Yo me había creído aquello que mi madre me había contado cuando me asaltaban las dudas desde la razón y se alejaban de la magia. Porque eso es lo único que empaña la magia: la razón y su séquito. Desde la vida ahora, puedo decir lo mismo, pues vivimos atados a lo racional y a aquello que exige unas determinadas normas de conducta que difieren mucho de eso que llamamos libertad. Sólo en la libertad es posible el vuelo y a través del vuelo asir la magia que se desprende así de parajes inhóspitos e insospechados que nos mueven por dentro. Pero como en mis ojos de niña batallaban tantos interrogantes en media de una realidad y un mundo que no entendía, yo prefería soñar y creer que aquellas Majestades dejaban los camellos en la azotea de aquella fría casa de mi abuela. Y me hacía la dormida pero escuchaba claramente las pisadas de los camellos en la azotea. Los Reyes los dejaban atados a los tendederos que mi abuela usaba para tender la ropa. Y allí golpeaban el techo suavemente mientras los Reyes con unos polvos mágicos traídos de Oriente tenían la capacidad de convertirse en hormigas y traspasar esos resquicios  de entre la puerta de la casa. ¿Cómo iban  a entrar si no? Yo no abría los ojos mientras los escuchaba por si acaso comprobaban que estaba despierta y pasaban de largo. Y no importaba el frío de aquellos inviernos duros, pues existía la magia y los deseos se cumplían y la risa lamía las mañanas de enero. Claro es que los Reyes se hacen mayores y pierden la capacidad de metamorfosearse nuevamente. Están cansados y en el camino se han quedado la magia y los sueños. En su edad adulta ya hablan poco de magia, porque la realidad lo aplasta todo de una manera impía y prefieren a veces el silencio. Eso sí, como  vinieron tantas veces a visitarnos cuando los ojos eran horizonte sin límites, nos dejaron escritas ciertas palabras-leyes para poder salvarnos de tanta realidad: sueños, vuelo, coraje, valentía y arrojo y el corazón abierto a los milagros de la primavera. Y también se olvidaron de dejar ciertos trucos para poder volar en medio de un mar de asfalto cuando los sueños han dejado de ser sueños y  solo hablan las heridas. Pero igualmente tienes que despertarte la mañana de Reyes donde ya no existe la magia. Mañana me despertaré y supongo que seguiré pensando que me hubiera gustado que el mundo fuera diferente. Mientras tanto, los niños sí vivirán felices los instantes de magia de encontrar los regalos soñados y deseados. 
Yo le pido a los Reyes esta noche que me mantengan firme en la difícil línea de la valentía, de la honestidad, de la pasión, de la sensibilidad, de la fortaleza y el sufrimiento. Me gustaría pedirles especialmente, que me enseñen a ser menos sensible para evitar dolor intenso y sufrimiento. Me gustaría pedirles que me enseñen a ser más fría para desenvolverme mejor en un mundo regido por las normas sociales y la razón y el sistema. Les pediría también que me enseñaran a caminar y me hicieran ver que sólo con mis pies puedo pisar el suelo y jamás podré volar a un cielo que los demás te dicen que no existe porque nadie me coge de la mano ni se lanza al vacío de sentir sin temor a perder. Me gustaría pedirles que me dotaran de frialdad para no quedarme en mitad del vuelo y volverme hacia el suelo con las alas cortadas. Me gustaría pedirles que me abrieran los ojos y me informaran acerca de todas las mentiras del amor para que de una vez por todas ya no creyera en él. Me gustaría también que me dejaran una buena dosis de estoicismo, resignación y fuerza para seguir viviendo en medio de esta vida que una no acaba nunca de entender, cuando es el corazón el que piensa. 
Todo esto le pido a Sus Majestades los Reyes, ellos bien saben que se lo pido de corazón, y que tampoco me he portado mal del todo. Será cuestión de que sopesen qué me conviene más, si mantenerme viva sintiendo intensamente,  sufriendo mucho más,porque no me enseñaron  a sentir de otra manera, o regalarme un poco de vida programada y ,se supone que serena, establecida, dentro de los programas que permiten desenvolverte en esta sociedad y que relegan al vacío los matices y los sentimientos. Ellos verán qué hacen. Mientras tanto me voy a dormir ya,vaya a ser que los Reyes me comprueben despierta y pasen así de largo.
                                                                   


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